Rodrigo Casanova


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LA LUZ DE LA TERNURA



Zewma fchan ka iñche aliwen rayilelu azkintulen ta afpun mapu. Tunten kvrvf mew miyawken?, kimlan. Nome lafken mew petu konchi Antv wekvlenew zewma ñi Kallfv Kvyen, amuan ka ñi llowmuafiel pu Fvchakecheyem. Kallfv, kallfvley tati mapu chew yiñ amuan. Ko ñi newen ñochikechi yeneenew. Wenulewfv kiñe pichi troykeley mvten tuwaykvlelu kom afpun Mapu mew. Tvfachi Pewma mew mvlewean: Remumvn pu remukelu! Ñvkvfkvlen amutuan, lakenochi vlkantun mogen mew.

     Viejo estoy y desde un árbol en flor miro el horizonte. ¿Cuántos aires anduve?, no lo sé. Desde el otro lado del mar el Sol que se entra me envía ya sus mensajeras, y a encontrarme iré con mis Abuelos. Azul es el lugar adonde vamos. Los poderes del agua me llevan paso a paso. Wenuleufv, el Río del Cielo, es apenas un pequeño círculo en el Universo. En este Sueño me quedo: ¡Remen remeros! En silencio me voy, en el canto invisible de la vida.


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     Mientras gozo y me inquieto observando estas fotopinturas o pictografías de mi amigo Rodrigo Casanova, pienso en un escrito de mi amigo –poeta venezolano- Eduardo Mariño en el que dice: “Cada texto, numerado e inclasificado, tiende insidiosamente al Caos, a ese misterioso Orden primigenio que desconocemos y que muy probablemente represente a la Belleza en su aspecto más íntimo y perdurable. Es necesario comprender que la belleza, ese artilugio inalcanzable –al cual sólo nos remontaría una cuenta atrás de los caminos del Arte- se encuentra más allá de todo tiempo y toda forma de lectura, que su intangible esencia y continuidad no siempre son pretextos para la contemplación, y nunca –o casi nunca- son totales y omnímodas.

En el laborioso imperio del Arte, siempre hay una fuente previa, que se atribuye generalmente al Tiempo; yo lo he buscado con frecuente afán, -y dejo aquí constancia de ello- en las estelas más lejanas a nuestro tiempo, pero nunca lejos del corazón (…)”. El corazón que habla confundido, brevísimo, cuando es abrazado por el misterio de su luz: la Luz. El orden que se caotiza para ser el orden natural, circular, como nos lo están diciendo los bosques, las estrellas y las piedras reunidas en círculo en / por la luz que las despierta hacia su Sueño; entretanto en la noluz aguardan las otras: calladas, ¿ajenas o en sordina?, en paisajes presididos siempre por el hondo y sonoro silencio del Azul.

     ¿Para qué entonces el deseo de decirlo todo si, como en un tejido, el ahora -en el tiempo circular- existe y se completa con las hebras del ayer y del mañana?, parece decirse -y decirnos- Rodrigo y se limita a dialogar con el agua y las cosas: los árboles encendidos y escindidos por sus nostalgias de niños, de frutos y de pájaros; las casas alumbradas por sus gen / sus espíritus guardianes que añoran a los nuevos –predecibles- habitantes. En lo visible, los botes y los barcos transitoriamente abandonados por nosotros, sombras apenas, fugaces, ensimismándonos en nuestra verdadera condición: la luz; y en lo invisible, Nontufe –el Balsero de la muerte- en su wampo, en el Río de las Lágrimas, aguardando –para cumplir su oficio- nuestros tristes cantos de separación.

     Itro fil Mogen, la totalidad sin exclusión, la integridad sin fragmentación de todo lo viviente. La belleza del vivir, de la vida. La belleza que está en todo, en todas partes, y que podemos celebrar en cada instante si despertamos todos nuestros sentidos para apreciarla, para disfrutar de sus colores (que nos recuerdan también el dolor), sus texturas, sus aromas, sus sabores, dicen nuestras Ancianas / nuestros Ancianos. La Belleza, ese transitorio temblor que interrumpe el diálogo entre nuestro espíritu y nuestro corazón para convertirlo luego en coros sublimes que dan sentido a nuestro paso por la Tierra.

     En el círculo de la creación, la observación precede a la contemplación. La contemplación, nos dicen, es siempre la fase que precede a la Creación. Está aquí lo que el artista -¿libremente?- ha elegido para cumplir con su oficio de otorgarle continuidad a su propia necesidad de temblor, a su innombrada emoción que Rodrigo, en su presente exposición, logra aprehender y nombrar (todo y todos habitamos en la Palabra poética que fluye desde los sonidos de la Naturaleza, desde los sonidos del Universo, nos dicen). Y así nos la presenta –la Belleza- y nos la comunica: con hondura y resplandor, revelándonos también nuestros propios paisajes, aquéllos que pintamos con nuestros ojos cuando la expresión de nuestra dualidad interior (las energías positivas y negativas) nos hace –nos hizo, nos hará- aún más evidente la precariedad y la potencialidad de nuestra condición humana.

     Ayon es la Luz del espíritu, Ayvn es la Luz del corazón. Agradezco a mi amigo Rodrigo Casanova por su hermosas fotopinturas / pictografías que nos regalan Ternura, y por el privilegio que me ha otorgado al pedirme que escriba estas líneas acerca de su Arte. Chaltumay kvme wenvy. Mi saludo más Azul para ti.



Elicura Chihuailaf Nahuelpan


Temuko / Kechurewe

Región Mapuche

Luna del Verdor, 2004

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